Periodistas en riesgo: una semana de asesinato e impunidad en México

Javier Valdez, cronista de referencia sobre el infierno del narcotráfico en Sinaloa, fue asesinado el lunes 15 de mayo. Horas más tarde, Jonathan Rodríguez, reportero del semanario El Costeño, es víctima de un ataque a balazos cuando circulaba en auto junto a su madre, Sonia Córdova, en calles del municipio de Autlán de Navarro, Jalisco. Jonathan murió.

El miércoles 17 de mayo, el presidente Enrique Peña Nieto se comprometió a aumentar la protección a los periodistas amenazados, mientras los reporteros que acudieron al acto exigían a gritos “justicia” y “no más discursos”.

Javier Valdez, un referente en la crónica del narcotráfico en Sinaloa, fue asesinado en Culiacán el 15 de mayo de 2017.

Viernes 19: Medios y familiares denuncian el secuestro de Salvador Adame en la tarde del jueves, director del canal 6 en Nueva Italia, Michoacán. Otro atentado contra la prensa ha abierto de nueva cuenta la herida de la violencia e intimidación contra los periodistas en México.

Un comando armado interceptó a Adame alrededor de las siete de la noche del jueves 18 frente a una planta purificadora de agua.

El periodista había dejado de cubrir temas relacionados con la violencia desde hace años por temor a represalias, de acuerdo con sus colegas de Michoacán, uno de los Estados más azotados por la lucha de cárteles en el país. Su familia confirmó que había recibido amenazas anónimas.
Los familiares han dicho también que el Gobierno estatal ha pedido su silencio mientras se realizan las investigaciones para esclarecer su paradero, a la espera de que reciban una petición de rescate que confirme el rapto.

La ola de violencia contra los periodistas en México ha alcanzado un pico fatídico: Siete periodistas han sido asesinados en 2017 sin que haya detenidos al momento, sumando ya 126 comunicadores que han sido ejecutados desde el año 2000 a la fecha.

Por su parte, la organización Artículo 19 ha registrado unas 2,000 agresiones a reporteros desde el año 2010.

Mientras el crimen organizado sigue atemorizando no sólo a medios de comunicación y periodistas, sino a toda una sociedad, la indignación crece.

El periodismo es un oficio lleno de riesgos, y más en México, donde el narcotráfico ha permeado en instituciones, partidos políticos y la sociedad misma.

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